jueves, 23 de mayo de 2013

El templo de Apolo en Delfos

Por Melissa Bird-Collado

Una vez, los dioses del Olimpo quisieron construir la más importante de las ciudades sagradas en el centro del mundo. Para determinar cuál era el centro de la Tierra, escogieron dos águilas y las soltaron en cada esquina de la Tierra. Las águilas sobrevolaron el mundo hasta encontrarse. Allí, entonces, se ubicó el centro.
  


Sin embargo, el lugar estaba custodiado por una gran serpiente pitón con la que Apolo, hijo del gran Zeus, tuvo que luchar. Al vencerla, se consagró esta tierra a la diosa Gea y se convirtió en el famoso Oráculo de Delfos, en el Templo de Apolo, lugar donde se hacían las más certeras predicciones. El viaje para pedir consejo era agotador y peligroso, pues había que subir unos 2,500 pies sobre el nivel del mar sobre las laderas del sur del monte Parnaso. 

Además, nadie entraba al sagrado templo de Apolo sin purificarse. Los peregrinos debían lavarse en las aguas de la fuente Castalia, para luego participar en un ritual en que se rociaba a una cabra con agua fría. Si la cabra se estremecía, ésta sería sacrificada para leer los augurios “escritos” en sus entrañas. El interesado debía pagar y escribir su pregunta en una tablilla que leería el sacerdote. La pitonisa, sentada en un trípode de oro colocado sobre una profunda grieta, daba su respuesta en inteligibles gemidos causados por el estado de trance en que se encontraba luego de haber masticado hojas de laurel y aspirado la “exhalación sagrada”, que no era otra cosa que tóxicos vapores volcánicos que entraban a la habitación por la grieta en el suelo. Luego, el sacerdote interpretaba el mensaje. 

El oráculo era consultado para todo tipo de interrogantes. Los gobernantes, por ejemplo, consultaban sobre estrategias políticas y guerras. Pero también se atendían consultas cotidianas como matrimonios, la fertilidad y los problemas económicos, entre otros. Sin embargo, los mensajes no siempre eran claros, sino crípticos y difíciles de interpretar. En una ocasión, Creso, rey de Lidia, con sed de victoria consultó a la pitonisa para conocer las consecuencias de un ataque a Persia. La respuesta, “un gran imperio caerá”, estaba abierta a la interpretación. 

Así, el rey asumió que la victoria sería suya, pero Persia fue el imperio vencedor. Delfos, será siempre recordado como un lugar místico donde había una comunicación directa con los dioses. Sus predicciones fueron legendarias en su época y viajeros venían de todas partes a consultarlo. Sin embargo, nadie conoció el secreto del poder del oráculo más respetado de la Antigüedad.

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